Siempre había vivido en el mismo barrio, para mi era lo habitual ya que casi todas mis personas conocidas vivían allí, así que nuestro estilo de vida, nuestros comportamientos, y las reglas que nos regían, me parecían normales, y nunca se me había ocurrido pensar que existían otras alternativas.

Vivía en una casa en alquiler, que era lo más habitual. No conocía a nadie cercano que no viviese en alquiler. Periódicamente debías pagar por el sitio donde vivías el cual nunca llegaba a ser de tu propiedad.

Este régimen de alquiler, no se reducía a nuestra casa, muchas más cosas estaban sujetas a arrendamiento: la televisión, la radio, el equipo de música, la telefonía, incluso estábamos subscritos al Círculo de la Palabra [1] que nos permitía, por ejemplo, escribir y leer desde cartas de personas conocidas, documentos de trabajo, documentos oficiales de nuestro gobierno, hasta cualquier otra tipo de publicaciones. Si no estabas subscrito te era muy complicado acceder a esta información codificada bajo las reglas secretas del Circulo de la Palabra. Pero era lo habitual y la única alternativa visible, así que nadie la cuestionaba.

Alguna amiga me hablaba con entusiasmo de que en su barrio todo era diferente, y aunque no lo entendía muy bien y me sonaba muy lejano, me picaba la curiosidad. Además cada vez oía más noticias de personas conocidas que hacían otras actividades en aquel barrio o se iban mudando a él.

En mi barrio además campaba a sus anchas la Alianza por la Sostenibilidad de los Bienes (ASB), una agrupación empresarial que a la mínima se colaba (con o sin permiso judicial) en tu casa o en tu negocio, para ver si tus arrendamientos estaban al día, si pagabas rigurosamente por ver, leer, escribir, comunicarte, e incluso para investigar si habías prestado algún bien a alguien, por ejemplo, algún disco o libro [2].

Mi abuela y mi abuelo me contaban que antes esto, el préstamo de objetos sin mediación de dinero, era algo más habitual, incluso que había espacios públicos en los que se compartían y prestaban bienes gratuitamente [3].

Incluso ahora había todo tipo de cánones interpuestos por multinacionales sobre los medios que usábamos para compartir información como CDROMs, discos, memorias, etc. [4]. Pero ahora eso de compartir estaba mal visto o por lo menos yo solo conocía sitios para alquilar.

Pero había mucha gente que no les parecía lógico o no podían asumir los gastos y se saltaban las reglas a riesgo de ser criminalizadas. Por ejemplo, usaban decodificadores no autorizados para acceder a los contenidos del Circulo de la Palabra sin pagar el correspondiente arrendamiento. Era algo que se hacía a sabiendas de que se infringían las normas, pero era o eso o nada. También era una práctica habitual en países más pobres. ¿Cómo se puede concebir tener que pagar por leer o escribir en situaciones de carencia de otras necesidades más básicas?

Un día cansada por tanto hostigamiento, cansada de unos servicios caros y que encima no eran buenos (los monopolios son así), decidí mudarme al barrio de mi amiga después de probar unos días.

Como toda mudanza me ha costado. Estaba muy acostumbrada a mi antigua casa, a como la tenía organizada, a mis antiguos electrodomésticos y a mi antiguo barrio, donde ya conocía donde estaban todas las tiendas, todos los espacios. Pero los cambios son casi siempre un trastorno.

Quizá los primeros días en mi nuevo barrio fueron los más difíciles. Me costaba encontrar cosas tan básicas como la panadería, el quiosco, o el cine, pero según han pasado esos primeros días me he ido acomodando y acostumbrando. Mi amiga me orientó bastante los primeros días.

Mi barrio está en plena e interminable construcción, pero es cada vez más habitable. Cada vez, es más accesible, hay más rampas, menos socavones, y más señales que facilitan moverse y encontrar las cosas en el barrio. Años atrás debía de haber sido mucho más incómodo. Se percibe que el barrio se ha construido en base a un gran trabajo colectivo y que los comienzos debieron de haber sido difíciles. Pero la utopía ya es muy real.

Quizá lo que más me ha gustado es lo pronto que me sentí arropada por una solidaría comunidad de vecinas y vecinos que me ayudan y orientan cada vez que tengo algún problema en casa o en el barrio y que han facilitado mi inserción.

En mi casa no tengo que pagar esos arrendamientos abusivos ni siquiera por cada servicio básico. Mi familia puede leer, escribir, comunicarse, escuchar música, o ver cine sin pagar ningún alquiler por los electrodomésticos. Son derechos y libertades básicos defendidos por la comunidad, como el de la lectura [5], el de la escritura, el del acceso al conocimiento, y que antes no me percataba que estábamos perdiendo.

Además se prima que la vida privada, se mantenga privada, que entre el vecindario se pueda compartir nuestros bienes y conocimientos, en definitiva se vela por nuestra libertad como personas, nuestra autonomía como grupo, y el bien de la comunidad por encima de cualquier otro interés. Además, nuestros espacios colectivos son comunes, es decir de cualquier persona pero no propiedad exclusiva de ninguna en particular.

Moraleja: ¿Aún usas Software Privativo? ¿Aún usas software secreto y privativo para leer y escribir? ¿Aún usas software privativo, para ver películas y escuchar música? ¿Aún piensas que compartir tu música y tus libros es un delito? [6] ¿Aún dejas que trafiquen con tus datos privados usando mensajería privativa? ¿Aún pagas hasta por las letras tipográficas que usas? ¿Piensas que el conocimiento o las ideas pueden ser propiedad de una sola persona y no por el contrario un bien común de toda la humanidad?

Múdate a usar Software Libre [7], usa GNU/Linux. Tu libertad es importante.

Pasa unos días con nosotras y nosotros [8], y si todavía te parece que estamos en obras, vuelve en unos meses y verás que rápido avanzamos.

© Copyleft 2005-2006 Vicente J. Ruiz Jurado bajo una licencia Creative Commons, atribución, comparte por igual.

Referencias:
[1] Podemos acabar con los archivos adjuntos en Word, Richard Stallman 2002
[2] Toc, toc, ¿quién es? La BSA: Cierra la muralla, por Jorge Cortell
[3] Contra el Pago por el préstamo de obras en las Bibliotecas
[4] Impugnación del canon sobre los soportes digitales
[5] El derecho a leer, Richard Stallman, 1997.
[6] http://www.compartiresbueno.net/
[7] Para una definición de Software Libre, consultar http://es.wikipedia.org/wiki/Software_libre
[8] Recomiendo usar Ubuntu, GNU/Linux para humanos, por su facilidad de uso, http://www.ubuntu.com, puedes descargarte una copia live y probarla en tu ordenador sin ni siquiera instalarla. Pero hay muchos «barrios» similares, unos más fáciles que otros: http://distrowatch.com/